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Seguro que has visto películas de desastres naturales, pero lo que hace poco parecía ciencia ficción ahora es cada vez más habitual. Prueba de ello son los afectados de la DANA de Valencia. En este artículo vamos a conocer cuáles han sido las mayores catástrofes naturales ocurridas en España y sus principales causas.
No es ningún secreto que el cambio climático se ha convertido en una amenaza real para nuestro planeta y que frenar sus terribles consecuencias depende de todos los que habitamos en él.
Los desastres o catástrofes naturales son los fenómenos de la naturaleza que, debido a su gran intensidad, ocasionan graves pérdidas materiales e incluso de vidas humanas u otros seres vivos.
No todos los fenómenos de la naturaleza son considerados desastres, sino sólo los que afectan a poblaciones en condiciones vulnerables o que ponen en peligro vidas humanas.
Los fenómenos naturales, como los mencionados terremotos, las lluvias torrenciales, los huracanes o los tsunamis, se convierten en desastres naturales cuando superan los límites de la normalidad y sus efectos pueden resultar devastadores.
Estos pueden producirse por numerosos factores:
Como ves, la incidencia del ser humano es muchas veces la gran responsable de que un fenómeno natural pueda ocasionar un desastre natural.
Esa actividad humana hace que ciertas zonas se conviertan en zonas de riesgo, es decir, con alta probabilidad de sufrir desastres naturales o, como decíamos al principio, zonas muy vulnerables que tienen muy complicado responder ante un fenómeno natural adverso porque no están preparadas para ello debido a la falta de planificación y de medidas de seguridad o planes de emergencia
España enfrenta diversos riesgos debido a fenómenos como terremotos, inundaciones y huracanes. Estos eventos se agravan por factores como la mala planificación urbana, el cambio climático y la sobreexplotación de recursos. La acción humana, lejos de ser un espectador, juega un rol crucial en la mitigación o exacerbación de estos riesgos.
Por ejemplo, la riada de Biescas en 1996, donde una inesperada tromba de agua devastó un camping, es un recordatorio de la importancia de una adecuada planificación y respuesta a emergencias.
Existen muchos tipos de desastres naturales, aunque estos se pueden agrupar en cuatro categorías principales:
Son los que se originan en el agua, es decir, en mares y océanos, y suceden como consecuencia de la acción del agua.
En esta categoría podemos encontrar ejemplos como maremotos, tsunamis o inundaciones.
Los desastres naturales de este tipo pueden darse de muchas maneras, pero todas ellas están relacionadas con el clima.
Algunos pueden predecirse con anticipación para saber qué grado de incidencia pueden llegar a tener y así tratar de mitigar sus efectos en la medida de lo posible.
En esta categoría se incluyen tifones, huracanes, tormentas tropicales, frentes fríos o cálidos, tornados, nevadas, sequías, granizos o inundaciones por lluvias.
Son los desastres naturales que surgen desde el interior del planeta o de la superficie terrestre.
En este tipo de desastres naturales se incluyen terremotos, erupciones volcánicas, derrumbes, avalanchas, incendios o hundimientos, entre otros.
Este tipo de desastres naturales son provocados dentro del reino animal y tienen consecuencias sobre el medioambiente y el ser humano.
En este grupo se engloban epidemias e infecciones, pestes, etc.
Aunque muchos de los desastres naturales suceden de forma eventual, cada vez son más frecuentes.
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas, el 90% de los desastres naturales que ocurren en la actualidad tienen su origen en el cambio climático y el calentamiento global. Además, su frecuencia e intensidad es cada vez mayor por lo que están perdiendo una de las características que los definían: su carácter de fenómeno extraordinario.
Entre 2000 y 2019, la Oficina de la ONU para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR) documentó 7,348 desastres, con un promedio de 367 por año. Y las cifras no han variado demasiado en los años posteriores.
España tampoco ha escapado a la virulencia de ciertos fenómenos de la naturaleza que, por unas u otras razones, han terminado convirtiéndose en auténticos desastres naturales.
En los años recientes han sido varias las ocasiones en las que situaciones de este tipo han creado un gran impacto en la sociedad. Han sido muchas las noticias e imágenes de desastres naturales que nos han sacudido. Vamos a recordar algunas de las más conocidas.
Ocurrió el 7 de agosto de 1996 en el camping Las Nieves. Fallecieron 87 personas y 183 resultaron heridas. En apenas unos minutos, una tromba de agua arrasó el camping en plena temporada turística. La riada se llevó por delante todo lo que encontró a su paso.
Tuvo lugar el 25 de abril de 1998 y se produjo al romperse la balsa de almacenamiento de residuos peligrosos de una mina de pirita. Afectó a parajes de gran valor, como el río Guadiamar y el Espacio Natural de Doñana, causando graves daños a la fauna y la flora.
Un petrolero se hundió el 19 de noviembre de 2002 en las costas gallegas, generando un vertido (el llamado 'chapapote') que mató a toneladas de animales marinos. Fue una de las crisis medioambientales más graves de nuestro país.
Un incendio forestal a soló buena parte de la provincia de Guadalajara entre el 16 y el 20 de julio de 2005. Fue uno de los peores incendios de la historia en España y se cobró la vida de once personas pertenecientes al equipo de extinción.
Un fuerte seísmo provocó la muerte de nueve personas y numerosos daños materiales difíciles de calcular el 11 de mayo de 2011. Miles de personas tuvieron que dejar sus casas por los desperfectos o incluso porque, directamente, se habían derrumbado.
Durante varios días, la provincia de Málaga fue azotada por lluvias torrenciales, resultado de un sistema de baja presión estacionario sobre el sur de España.
La rápida acumulación de agua y el desbordamiento de cauces naturales sorprendieron a muchos residentes, llevando a situaciones de emergencia en las que la respuesta inmediata de los servicios de emergencia y la solidaridad comunitaria fueron fundamentales para evitar una tragedia mayor. Un 14 de noviembre de 1989, imposible de olvidar por los malagueños.
La DANA que azotó Valencia el pasado 29 de octubre de 2024 dejó una profunda huella, volviéndonos a recordar la vulnerabilidad del ser humano ante fenómenos naturales extremos. Pero ¿qué podemos hacer como ciudadanos y cómo actúa el Gobierno ante estas catástrofes?
En 1976, el buque petrolero Urquiola, de la empresa Petroliber, encalló en la ría del Burgo, Galicia, al intentar entrar al puerto de La Coruña. Aunque aún podía maniobrar, la decisión de alejarlo 200 millas agravó los daños. Durante el rescate, el buque explotó, causando una gran catástrofe ecológica.
Murió el capitán, y el buque vertió más de 100 000 toneladas de crudo, afectando las rías de Ferrol, Betanzos y Ares. Se recuperaron 4 500 toneladas, pero quedaron miles en el mar. Unas 15 000 toneladas fueron tratadas con químicos, arruinando la pesca y dañando gravemente la fauna marina.
En 2019, Greenpeace y la Mesa de la Ría denunciaron que Fertiberia vertió 4 millones de metros cúbicos de aguas tóxicas en la Ría de Huelva. Según Paloma Nuche, se depositaron en el espigón Juan Carlos I, una zona protegida donde los vertidos están prohibidos por la Ley de Costas.
Las balsas contaminadas, sin sellar ni impermeabilizar, contienen 120 millones de toneladas de lodos en una extensión de casi siete kilómetros. Estos residuos afectan a las Marismas del Odiel y Doñana, y Fertiberia se habría ahorrado más de 20 millones de euros con esta práctica, declarada como la peor contaminación industrial de Europa.
El río Tinto, en Huelva, se ha convertido en una cloaca industrial por los vertidos de Nerva, Riotinto y otros municipios de la Cuenca Minera. A pesar de las alertas científicas, se siguen vertiendo aguas tóxicas en piscinas mineras, que ya cubren más de 595 hectáreas y 100 metros de profundidad.
Cada año se suman 10 millones de metros cúbicos de residuos, formando lagos naranjas visibles desde el aire. Según Ayesa, una rotura en las balsas podría liberar más de 34 000 m³ por segundo de lodo tóxico, afectando a unas 140 000 personas de Gibraleón, Palos y Punta Umbría.
Durante más de un siglo, Ercros vertió 8000 m³ de lodos radioactivos y tóxicos en el embalse de Flix, en el río Ebro. Según Acuamed, esta contaminación afecta a casi un millón de personas abastecidas por el Ebro, con metales pesados como plomo, arsénico o mercurio.
Greenpeace estima que se vertieron hasta 300 000 toneladas de residuos. El Ministerio de Transición Ecológica calculó un coste superior a 220 millones de euros en tareas de limpieza, sin confirmarse si la empresa pagó por ello. La situación expone el impacto de décadas de negligencia industrial.
En 2016, la mina sevillana Cobre Las Cruces fue condenada por contaminar un acuífero subterráneo. Los exdirectivos recibieron penas de cárcel e indemnizaron con 290 000 €. Fue la primera sentencia de este tipo en España, marcando un antes y un después en delitos ambientales mineros.
Tras el caso, la Confederación Hidrográfica suspendió su permiso de aprovechamiento, aunque lo recuperó más tarde al tomar medidas. Este juicio evidenció el alto coste ecológico de la minería, y sirvió como ejemplo frente a prácticas ilegales, aunque aún queda mucho por avanzar en la protección de aguas y suelos.
España es un territorio con elevado riesgo ambiental. El catálogo de peligros naturales que pueden afectar al conjunto del país es elevado. Sí, España está en riesgo de desastres naturales.
En la actualidad, junto a los procesos de inundación y sequía, que son los dos riesgos ambientales más destacados en nuestro país, han adquirido importancia la erosión, las olas de calor, los incendios forestales y los temporales con vientos violentos (borrascas explosivas).
Durante la DANA, toda la ciudadanía española jugó un papel crucial a la hora de mitigar los graves daños provocados por las inundaciones en Valencia. No obstante, estas son las principales claves de prevención y actuación que debemos tener en cuenta para el futuro:
El papel del gobierno de España en este tipo de catástrofes es fundamental. Los dirigentes de nuestro país tienen un protocolo de actuación que incluye:
Después de un desastre natural, pueden aparecer diversas enfermedades, tanto infecciosas como problemas de salud mental.
Los expertos explican las tres fases clínicas de los desastres naturales, que resumen los efectos cronológicos sobre la salud pública en las personas lesionadas y los sobrevivientes.
Desde la SEMES (Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias) apuntan que las enfermedades diarreicas son la principal causa de infección en este contexto.
Las epidemias entre las víctimas suelen estar relacionadas con la contaminación de las fuentes de agua (contaminación fecal) y la contaminación del agua durante el transporte y el almacenamiento. También con el uso compartido de recipientes para el agua y ollas, la escasez de jabón y los alimentos contaminados.
“Los desastres naturales no importan enfermedades. No es posible que las que no son endémicas o importadas en las zonas afectadas por el desastre se produzcan de forma natural”, afirman. “Las principales causas son la mala higiene, el hacinamiento, la falta de agua potable, el saneamiento ineficaz y alcantarillado deficientes preexistentes”.
Como vemos, los desastres naturales pueden provocar graves daños humanos y materiales, además de afectar también a otros seres vivos. Las pérdidas pueden ser irreparables y, por eso, en la medida en que podamos mitigar sus efectos, en la mano del hombre está el prevenirlos. ¿Cómo podemos hacerlo?
Los desastres naturales en España son un llamado a la acción para todos. A través de la preparación, la educación y la adopción de medidas preventivas, podemos mitigar su impacto y proteger nuestras comunidades.
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