Es posible que en los últimos tiempos hayamos escuchado hablar de ecoeficiencia. El problema es que son tantos los términos y, sobre todo, los neologismos que están surgiendo en torno al mundo natural, que en muchas ocasiones no perdemos. No sabemos qué hacen referencia exactamente, o cómo utilizarlos con propiedad en una conversación, ¿a que sí? No os preocupéis, seguid leyendo, que a partir de ahora eso, al menos con la ecoeficiencia, no os volverá a pasar nunca más.
Con la ecoeficiencia ocurre como con la ecología y el ecologismo: tendemos a pensar que significa lo mismo que la eficiencia energética, pero en realidad no tiene nada que ver con ella. La eficiencia energética trata sobre cómo aprovechar al máximo la energía de la que disponemos sin derrochar ni una sola gota, pero la ecoeficiencia es otra cosa.
Para definir la ecoeficiencia podemos irnos a una definición formal, que nos diría que es la relación entre lo producido y los que ha costado producirlo, o intentar traducir eso a un lenguaje más comprensible. Concretamente, del siguiente modo: la ecoeficiencia se preocupa de proporcionar productos y servicios a la sociedad con el menor impacto natural que sea posible. Es decir, cómo maximizar al máximo nuestros recursos para, de una forma lo más natural posible, cubrir nuestras necesidades.
Tal y como habréis percibido, la ecoeficiencia es algo muy positivo para nuestro planeta, pero… ¿sabríais decirnos por qué? ¡Ya os lo decimos nosotros!
Las aplicaciones de la ecoeficiencia recaen sobre tres ámbitos muy concretos que son la industria, la sociedad y el apartado doméstico. Cada uno de ellos la aprovecha de diferentes formas.
En el caso de la industria las aplicaciones de la ecoeficiencia se centran en dos apartados principales que son las reducciones de consumo de energía y la disminución de consumo de agua, pero siguiendo esta línea también aparecen otros aspectos interesantes.
En lo que respecta al ámbito doméstico aparecen aspectos similares a los industriales como una mejor gestión de residuos o el empleo responsable del agua. Aunque también hay otros elementos interesantes.
Finalmente, destaca la aportación social que genera la ecoeficiencia que repercute en la mejora de la calidad de vida y en la concienciación ambiental de la población. Este último aspecto lleva al conocimiento de aspectos como las diferencias entre huella ecológica y huella de carbono. Pero en este ámbito también sobresalen otras aplicaciones.
La medición de la ecoeficiencia se basa en el cálculo de la relación que existe entre aquello que se produce y el impacto que eso tiene en su entorno. Para establecer esta medida aparecen diferentes tipos de indicadores como el consumo de agua o de energía por unidad de producto generado y lo mismo ocurre con la huella de carbono. También es habitual utilizar herramientas que analizan el ciclo de vida y que aportan datos sobre la repercusión de ese elemento en el medio ambiente.
La ecoeficiencia también ayuda a reducir la factura de consumo eléctrico. Lo mismo ocurre con la contratación de planes como una tarifa fija en la que siempre se abona el mismo precio y en la que no hay subidas repentinas ni cargos inesperados.