En muchos hogares, el consumo energético elevado no siempre es culpa de un mal uso de la calefacción o el aire acondicionado. Las humedades y filtraciones afectan al consumo energético de tu vivienda, ya que provocan que los equipos trabajen más de lo necesario para mantener el confort.
Este fenómeno suele pasar desapercibido, ya que el aumento del gasto no siempre es inmediato ni fácil de asociar a la humedad.
Aunque parece menor, el problema repercute directamente en las facturas de electricidad y gas, en la salud de los habitantes y en la vida útil de la vivienda. Por eso, identificar y combatir la humedad es una inversión que se recupera en poco tiempo.
La humedad altera la temperatura percibida dentro de la casa, pues el agua presente en el aire almacena y transmite el calor de forma distinta. En invierno, el calor se disipa rápidamente en entornos húmedos.
Esto obliga a que la calefacción trabaje más horas y a mayor potencia para mantener el ambiente agradable.
En verano, el aire acondicionado se usa de forma ineficiente. El exceso de humedad hace que la sensación térmica sea más alta, lo que provoca que el sistema enfríe más de lo necesario. Lo anterior aumenta, en consecuencia, el consumo eléctrico.
Las humedades no solo encarecen la climatización. Éstas también afectan la estructura de una vivienda y los materiales de construcción. Madera, yeso y ciertos aislamientos son especialmente sensibles al agua y pierden propiedades con rapidez.
Una exposición constante a la humedad debilita las uniones, genera deformaciones y facilita la aparición de grietas. A la larga, esto implica reparaciones costosas y pérdida de valor del inmueble. Mantener un ambiente seco es, por tanto, una medida de ahorro tanto a corto como a largo plazo.
Un exceso de humedad favorece la proliferación de moho y microorganismos dañinos. Esa situación puede generar alergias, dificultades respiratorias y una sensación térmica poco agradable en las estancias.
Las personas con asma o defensas bajas son muy vulnerables, ya que el moho y las esporas pueden agravar sus síntomas. Además, la mala calidad del aire repercute en el bienestar general. En estos casos, ventilar y purificar el aire es indispensable para mantener un entorno saludable.
La humedad persistente acelera el deterioro de los electrodomésticos debido a la corrosión de las piezas metálicas y el daño en circuitos eléctricos. Equipos como lavadoras o aires acondicionados son especialmente vulnerables.
Incluso, los aparatos que están menos expuestos –como los televisores o routers— pueden sufrir daños internos con el tiempo si la humedad en el ambiente es elevada.
Cuando esto ocurre, los aparatos no solo fallan del todo, sino que también funcionan de manera menos eficiente, consumiendo más energía para lograr el mismo rendimiento.
Controlar la humedad requiere de un enfoque integral que combine prevención, corrección y mantenimiento. Las acciones más efectivas incluyen invertir en un buen aislamiento térmico o mejorar la ventilación con extractores.
También, se recomienda utilizar deshumidificadores que reduzcan la humedad hasta en un 50% o instalar sensores y medidores de humedad (i.e. higrómetros) para un control constante. Dichas herramientas permiten actuar de forma preventiva, evitando niveles dañinos.
La impermeabilización no sólo evita filtraciones de agua desde el exterior, pues también protege los materiales. Esto sucede gracias al aislamiento térmico, el cual es clave para mantener la temperatura de confort en las estancias.
Sin dicha barrera, el frío o el calor exterior afectan con mayor rapidez el interior. La carga de trabajo de los sistemas de climatización aumenta y, en consecuencia, el gasto energético.
Una buena impermeabilización reduce el riesgo de que zonas invisibles se vean afectadas, como cimientos o paredes internas.
Una buena ventilación complementa lo que la impermeabilización no puede hacer: eliminar por completo la humedad ya presente en el interior y renovar el aire.
En el caso de la natural, ésta puede generar pérdidas térmicas, pero el coste es menor que el derivado de compensar la sensación de frío o calor que produce la humedad. En paralelo, existen otras herramientas clave para garantizar la correcta temperatura y humedad de los entornos.
Entre ellos, están los extractores, especialmente utilizados en baños y cocinas, que eliminan el exceso de vapor de agua antes de que se distribuya por el resto de la vivienda. Esto reduce el riesgo de moho y filtraciones.
Reducir la humedad puede generar ahorros de hasta un 30% en la factura energética. En casos donde se corrige el aislamiento térmico, el ahorro puede llegar al 50%.
Aunque las medidas requieren de una inversión inicial, el retorno es rápido gracias a la reducción de costes en energía, mantenimiento y reparaciones estructurales. Además, más allá del ahorro, controlar la humedad mejora la salubridad del hogar, preserva su valor y prolonga la vida de los electrodomésticos.
Todo lo anterior se traduce en un hogar más confortable, eficiente y con menos gastos imprevistos. Es decir, se trata de una estrategia que suma en todos los aspectos.
La humedad es un problema silencioso pero costoso. Al afectar tanto a la estructura como a los sistemas de climatización, eleva el gato energético sin que siempre se perciba de inmediato. Invertir en impermeabilización, ventilación, aislamiento y control activo de la humedad no solo es una medida preventiva, sino una acción de ahorro tangible y sostenible.
Si quieres un consumo eléctrico más eficiente y responsable y que contribuya a combatir las humedades, solo tienes que echar un vistazo a nuestras tarifas de energía sostenible. En Yoigo LUZ y GAS tenemos las mejores ofertas. Para verlas, solo tienes que entrar a nuestra web o llamar al 900 733 888.