En un mundo cada vez más verde, las apuestas por las alternativas sostenibles son cada vez más y en más ámbitos. Por esto las industrias invierten en buscar alternativas verdes a elementos altamente contaminantes, como puede ser el paso del litio al sodio en las baterías.
Casi todas las cosas que tenemos a nuestro alrededor están potenciadas con baterías. Es decir, la mayoría de los objetos electrónicos que se usan día a día están hechos de litio, un material muy contaminante para el medio ambiente.
Las baterías de iones de litio han sido durante años una parte crucial de esto. Además, han sido la base del desarrollo tecnológico en movilidad eléctrica y electrónica de consumo. Es aquí donde llega el sodio con enorme potencial para protagonizar la revolución energética del siglo.
En este artículo vamos a hablar sobre cómo el sodio se está posicionando como una alternativa más sostenible al litio en el mundo de las baterías. Exploraremos sus ventajas, retos, aplicaciones actuales y el papel que podría desempeñar en el futuro de la transición energética.
Desde los teléfonos móviles hasta los coches eléctricos, el litio ha sido sinónimo de autonomía, eficiencia y progreso tecnológico. Las baterías basadas en este metal han demostrado un rendimiento energético excepcional, pero a un coste elevado para el planeta.
La extracción de litio no es un proceso limpio: consume ingentes cantidades de agua, y libera grandes volúmenes de dióxido de carbono.
Además, las principales reservas de este recurso se concentran en un puñado de países, lo que incrementa los riesgos geopolíticos y la volatilidad de precios. Esta dependencia de un recurso escaso y problemático ha impulsado la búsqueda de alternativas más sostenibles y democráticas.
El sodio, un elemento químico presente en la sal común, destaca por ser uno de los más abundantes en la corteza terrestre y en los océanos.
A diferencia del litio, no requiere de complejos procesos de extracción, esto hace que su coste de obtención sea mucho menor, tanto en términos económicos como ecológicos. Pero el verdadero atractivo del sodio va más allá de su disponibilidad.
Las baterías de iones de sodio, que funcionan mediante principios similares a las de litio, han demostrado avances prometedores en términos de eficiencia, durabilidad y sostenibilidad. También han demostrado tener un menor impacto ambiental debido a su abundancia.
El sodio es hasta 1.000 veces más abundante que el litio en la naturaleza. Esta disponibilidad lo convierte en una opción más estable en términos de oferta global, eliminando la presión sobre regiones específicas del planeta y permitiendo una producción más descentralizada.
Las baterías de sodio permiten reducir los costes de fabricación. Al prescindir de materiales caros como el cobalto o el níquel, también contribuyen a un modelo industrial menos dependiente de minerales críticos, lo que abarata productos como coches eléctricos y sistemas de almacenamiento doméstico.
La producción de baterías de sodio implica un uso mucho menor de agua dulce y genera menos emisiones contaminantes. Esto se traduce en una alternativa más alineada con los objetivos climáticos globales y los principios de la economía circular.
Otra ventaja destacada es su mayor tolerancia térmica. Las baterías de sodio son menos propensas a incendiarse y mantienen un rendimiento aceptable en temperaturas extremas, lo que las convierte en candidatas ideales para aplicaciones en climas adversos o en sistemas estacionarios que requieren alta fiabilidad.
Aunque actualmente tienen una densidad energética inferior a la de las baterías de litio, las de sodio muestran una vida útil más larga y mejor comportamiento en ciclos de carga y descarga, lo que compensa su menor capacidad en determinadas aplicaciones.
La transición energética no solo implica cambiar de combustibles fósiles a renovables, sino también repensar cómo almacenamos y utilizamos esa energía. En este proceso y al igual que otras alternativas, como las baterías de flujo redox, las de sodio parecen liderar una nueva era de innovación responsable.
Su bajo impacto ambiental, su abundancia natural y el creciente desarrollo tecnológico a su alrededor lo convierten en una opción realista y deseable.
Las baterías de sodio no son solo una promesa lejana: son una realidad cada vez más tangible que podría marcar el rumbo de la movilidad, el almacenamiento de energía y la sostenibilidad global.
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