Conectar la televisión o el coche eléctrico, encender el ordenador, usar la secadora... ¡Sorpresa! El consumo de electricidad se dispara y, con ello, la factura de luz. Sin embargo, más allá de reducir su uso, hay un hábito sencillo que marca la diferencia: desconectar los electrodomésticos.
De acuerdo con la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), este simple gesto puede suponer un ahorro de hasta el 10% en la factura eléctrica. La razón es que muchos aparatos continúan consumiendo energía aunque no estén en uso: se trata del consumo fantasma.
No todos los aparatos consumen la misma cantidad de energía. Algunos electrodomésticos tienen un peso mayor en la factura, por lo que desconectarlos cuando no se usan puede marcar una diferencia real.
Entre ellos, está la secadora, pues es de aquellos con mayor consumo. Según datos de uso, puede llegar a gastar hasta 214,9 kWh al año si se llevan a cabo cuatro ciclos de algodón a la semana. En verano, cuando el calor facilita la tarea, su uso resulta innecesario.
Secar la ropa al aire libre no solo reduce la factura, sino que también prolonga la vida útil de las prendas al evitar el desgaste que genera el electrodoméstico. Desenchufarla puede evitar gastos residuales.
El frigorífico es otro de los grandes consumidores. Encendido las 24 horas del día, supone un gasto constante. Los modelos más eficientes consumen unos 124,2 kWh al año, pero la media llega a los 243 kWh. Si estarás fuera varios días, desenchufarlo (tras vaciarlo) es una buena idea.
Incluso en ausencias cortas, como un fin de semana, ajustar la temperatura del frigorífico o dejarlo en modo vacaciones puede ayudar a moderar el consumo sin comprometer la conservación de los alimentos.
Por otra parte, la televisión, las consolas o los sistemas de sonido permanecen en modo de espera para encenderse rápidamente. Esa “comodidad” se traduce en un consumo constante de electricidad. Aunque no se note, al cabo de un mes el gasto puede ser significativo.
Lo mismo ocurre con las consolas de videojuegos modernas, pues aunque incorporan funciones de ahorro energético, el modo reposo sigue demandando electricidad. Mismo caso con los ordenadores, monitores, impresoras o altavoces.
Por ende, desconectar por completo los aparatos evita que consuman energía en reposo. En oficinas en casa o espacios de teletrabajo, este hábito es clave para controlar la factura de luz.
Como ya se sugería, este tipo de uso se produce cuando los electrodomésticos permanecen conectados a la corriente. Según el Instituto de la Diversificación y Ahorro de Energía (IDAE), puede representar entre un 7 y 11% del consumo total de electricidad en un hogar— 50 o 60 euros anuales.
Al respecto, los ejemplos cotidianos sobran: una televisión apagada pero en espera, un cargador enchufado sin estar conectado o una consola que está en modo reposo generan un gasto constante. Aunque cada aparato por separado parezca inofensivo, la suma puede ser considerable.
De hecho, basta con pensar en la cantidad de enchufes activos en un salón o en una habitación: si sumamos el televisor, un router, la consola y el cargador del portátil, en conjunto pueden representar varios euros adicionales al mes sin que nadie lo note.
Más allá de los grandes electrodomésticos, existen otros dispositivos que –aunque pequeños— también consumen energía. Los cargadores de móviles y tabletas, por ejemplo, continúan consumiendo electricidad aunque no estén conectados a un dispositivo.
Los relojes digitales o luces indicadoras de los microondas y cafeteras provocan que permanezcan activos, mientras que los adaptadores de corriente siguen demandando energía de la red mientras estén conectados al enchufe.
¡Todos contribuyen!
El ahorro no depende únicamente de desconectar grandes electrodomésticos, sino de integrar hábitos sencillos en el día a día. Puedes usar regletas con interruptores, que permiten cortar el suministro de varios dispositivos a la vez sin necesidad de desconectarlos uno a uno.
Otra alternativa es establecer rutinas: apagar y desenchufar aparatos antes de salir de casa, desconectar cargadores al terminar de usarlos o revisar periódicamente qué dispositivos permanecen conectados sin necesidad.
Estos gestos, aunque pequeños, contribuyen a un ahorro significativo a largo plazo. Con el tiempo, la suma de estos hábitos se convierte en una estrategia sólida para reducir la factura de luz sin sacrificar comodidad.
El ahorro de energía no solo impacta en la factura de luz. Reducir el consumo innecesario también significa una menor demanda de electricidad y, por tanto, una reducida emisión de CO2 asociada a su producción.
En otras palabras, ahorrar energía contribuye a cuidar el bolsillo y el medio ambiente. Con la llegada del verano, cuando la demanda eléctrica crece por el uso de aire acondicionado y ventiladores, controlar estos consumos se vuelve aún más relevante.
Al desenchufar lo que no usamos, reducimos presión sobre la red eléctrica y contribuimos a un sistema más eficiente y sostenible.
La factura de luz puede ser un reto, pero no todo depende de limitar el uso del aire acondicionado. Desconectar otros electrodomésticos cuando no se usan ayudan a reducir el consumo innecesario. Además, prestar atención a los pequeños aparatos evita el gasto invisible.
Definitivamente, pequeños gestos cotidianos como desenchufar lo que no usamos pueden representar un ahorro en la factura de luz. Una práctica sencilla, económica y sostenible que convierte el verano en una oportunidad para mejorar nuestros hábitos de consumo.
Si quieres dar un paso más allá, elegir una tarifa sostenible es el complemento perfecto. En Yoigo LUZ y GAS te ofrecemos opciones adaptadas a tus necesidades. Visita nuestra página web o llámanos al 900 733 888 y comienza a transformar tu consumo en acción positiva.