Si has leído o visto noticias relacionadas con la minería de criptomonedas y su efecto en el medio ambiente, seguramente pienses que es imposible minar Bitcoins sin dañar el planeta. Pero hay proyectos e iniciativas que hacen posible una mayor sostenibilidad, todo gracias al uso de la energía verde y responsable.
Si quieres conocer estas iniciativas, reflexionar sobre el futuro del blockchain y el calentamiento global, quédate con nosotros, porque vamos a hablar de estas cuestiones y muchas más.
Las criptomonedas han revolucionado la economía digital y la manera en que concebimos las transacciones. Su crecimiento ha sido exponencial: según datos de Grand View Research, el mercado global alcanzó un valor de 4.670 millones de dólares en 2022, con una proyección de crecimiento anual del 12,5% hasta 2030.
A pesar de sus múltiples beneficios, transparencia, seguridad, descentralización, entre otros, el proceso detrás de su funcionamiento, conocido como “minería”, ha sido objeto de críticas por su alto impacto ambiental. ¿Es posible reconciliar el desarrollo de esta actividad con la protección del planeta?
La minería de criptomonedas es el proceso por el cual se validan y registran las transacciones en la red blockchain. Los encargados utilizan equipos informáticos de alta potencia para resolver complejos cálculos matemáticos, para los que a cambio obtienen nuevas criptomonedas.
Operaciones como éstas requieren una cantidad enorme de electricidad, ya que los equipos trabajan 24/7. De hecho, se estima que, tan sólo en 2018, la minería de Bitcoin generó 17,29 millones de toneladas métricas de CO2.
Dicha cifra podría perfectamente referirse a la estimación de las emisiones anuales de la producción de alimentos a nivel mundial. Además del consumo energético, el modelo acarrea otros impactos negativos: el uso de hardware que se vuelve obsoleto cada 18 meses produce desechos electrónicos.
Mientras que la fabricación de los equipos implica un gasto considerable de agua y metales. Todo ello contribuye a la degradación del hábitat, la pérdida de biodiversidad y la contaminación de agua y aire.
Ante los múltiples desafíos, surgió una propuesta esperanzadora: la minería de criptomonedas verde. Esta forma de minería busca reducir el impacto ambiental mediante el uso de tecnologías sostenibles y buenas prácticas energéticas.
Su enfoque es minimizar el consumo de energía, reducir las emisiones contaminantes y fomentar una infraestructura más amigable con el medio ambiente.
A diferencia de la minería tradicional, que suele depender de combustibles fósiles, la “criptominería verde” se apoya en fuentes renovables como la solar, la eólica o la hidroeléctrica. Además, se apuesta por el uso de hardware energéticamente eficiente, como el “Bitmain Antminer S19 Pro Hyd”.
Dispositivos como este último, considerado un ASIC (circuito integrado de aplicación específica), reducen significativamente la huella energética.
Además, responden a las estimaciones del sector que establecen que el mercado de la minería verde pasará de 11.000 millones de dólares en 2022 a 17.600 millones en 2027.
Algunas iniciativas ya están marcando el camino hacia una minería más consciente. Mara Holdings, por ejemplo, adquirió un parque eólico en Texas para alimentar sus operaciones mineras.
Por su parte, Bitcoin Energy comenzó a modular la actividad de sus granjas según los picos de producción renovable: se desconectan en horas de alta demanda eléctrica y se reactivan cuando la energía eólica y solar es abundante.
En América Latina destaca el caso de Unergy, una plataforma creada por Eduardo Ospina que permite invertir en proyectos de energía solar a través de un token digital. Estas propuestas muestran que la tecnología blockchain puede ser una aliada en la transición energética si se gestiona responsablemente.
No todo es tan sencillo, por desgracia. Las fuentes renovables, aunque limpias, son intermitentes: dependen de factores climáticos y estacionales. Si bien es posible almacenar el excedente en baterías, eso puede derivar en sobrecargas y variaciones en los precios.
Además, si la producción renovable excede la demanda, los costes pueden caer en picada y afectar la viabilidad de algunos proyectos.
Para enfrentar este escenario, los expertos proponen integrar sistemas inteligentes de gestión energética, actualizar el software utilizado por los mineros y fomentar el reciclaje del calor generado en las operaciones para calefacción o procesos industriales.
El debate sobre la sostenibilidad de la minería también ha llegado a las instituciones.
En Estados Unidos, la administración de Joe Biden propuso incluir un impuesto –conocido como DAME—sobre la energía utilizada en la minería de activos digitales, con el objetivo de hacer frente al consumo excesivo y los riesgos ambientales asociados.
Este tipo de medidas busca responsabilizar a los actores del sector, fomentar el uso de energía limpia y limitar el impacto de las minas no reguladas. Además, promueven la creación de estándares ambientales para la industria de las criptomonedas.
A pesar de las tensiones, algunos líderes del sector defienden que el panorama ya está cambiando. El Bitcoin Mining Council, encabezado por Michael Saylor, sostiene que actualmente el 56% de la energía que alimenta la red de Bitcoin proviene de fuentes sostenibles, superando incluso a otras industrias.
Elon Musk también condicionó el uso de Bitcoin en Tesla al compromiso del sector con la energía renovable.
Los beneficios de esta transición hacia las criptomonedas verdes son varios:
La relación entre las criptomonedas y la sostenibilidad es uno de los grandes retos tecnológicos y ambientales de nuestra era. También, es una gran oportunidad para repensar cómo se usa la energía en el entorno digital.
Un futuro en el que la innovación y la protección del planeta no sean mutuamente excluyentes es posible. Para lograr lo anterior, habrá que unir fuerzas: industrias, gobiernos, empresas de tecnología y la ciudadanía.
La transición hacia una minería más verde es tanto viable como urgente. Hoy, más que nunca, tenemos las herramientas para hacerlo realidad.
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