La adaptación de las escuelas al cambio climático en otoño y todo el año es clave para formar generaciones conscientes. Esto implica eficiencia de fuentes energéticas, del agua caliente y la iluminación, además de apostar por energías renovables, sin dejar de lado las mejores prácticas de cuidado de la biodiversidad y la gestión de residuos.
Cada vez más centros educativos implementan prácticas sostenibles para adaptarse al cambio climático. Desde patios más verdes hasta rutas escolares seguras, estas acciones no solo reducen el impacto, sino que también educan al alumnado acerca de hábitos responsables y colaborativos.
En otoño, la eficiencia energética se vuelve especialmente importante en los colegios. Ajustar la ventilación natural, mejorar el aislamiento de las fachadas y optimizar la iluminación con LED son pasos clave.
Además de lo anterior, los sistemas de calefacción y agua caliente con geotermia, aerotermia o biomasa pueden ayudar a reducir el consumo y las emisiones. De la mano con ello, las cubiertas sostenibles, azoteas bioclimáticas y jardines verticales no sólo reducen el CO2, sino que tambien tienen valor educativo.
Los colegios pueden combinar estas medidas con paneles solares para autoconsumo, logrando entornos sostenibles que sirven como aulas de aprendizaje práctico.
Proyectos como EURONET 50/50 MAX muestran que el ahorro energético puede enseñarse. Plataformas y programas como “Mi Cole Ahorra con Energía” facilitan que el alumnado participe activamente en el control y la reducción del consumo, involucrando a docentes y familias.
Restaurar la vitalidad de los patios escolares es clave para mejorar el confort y adaptarse al cambio climático. Sustituir pavimentos por zonas verdes reduce la temperatura, absorbe CO2 y fomenta la participación del alumnado y la comunidad educativa.
Estas zonas pueden incluir huertos o bosques comestibles, que además sirven como espacios educativos y recreativos. Los centros integran materiales reciclados o elementos naturales, apoyados en ocasiones por universidades o equipos de investigación.
Igualmente, para adaptarse a las frecuentes sequías se apuesta por vegetación resistente, ahorro de agua, captación de pluviales y reutilización de aguas grises. Frente a lluvias intensas, se aplican técnicas de drenaje sostenible, como jardines de lluvia o zanjas de infiltración.
Sumado a ello, la biodiversidad también se protege con refugios para insectos y aves, así como manteniendo ciclos biológicos en tareas de jardinería. La economía circular se aplica mediante compostaje, separación de residuos y programas de incentivos para fomentar hábitos sostenibles.
Fomentar la movilidad sostenible en torno a los centros educativos mejora la seguridad y reduce emisiones. Pasos de peatones elevados, semáforos coordinados y una señalización adecuada protegen a los alumnos y facilitan la fluidez del tráfico.
Por un lado, eliminar plazas de aparcamiento frente a los colegios ayuda a reducir la congestión y permite un entorno más seguro y saludable para todos. Asimismo, rutas peatonales bien señalizadas y programas de educación vial motivan al alumnado a caminar con seguridad.
Por otro, el uso de la bicicleta se impulsa mediante aparcamientos, talleres y programas educativos. La movilidad compartida, el transporte público o las aplicaciones de coordinación familiar, fomentan hábitos responsables y disminuyen la huella ambiental del centro.
De hecho, el programa europeo STARS – Camino Escolar Seguro reconoce y premia a los colegios que promueven desplazamientos a pie o en bicicleta. En Sevilla, estas iniciativas aumentaron significativamente la movilidad activa del alumnado, mejorando la seguridad y el bienestar de la comunidad.
Los comedores escolares desempeñan un papel esencial en la sostenibilidad, pues promueven menús saludables con productos locales y de temporada y reducen el despilfarro de alimentos.
Existen centros que destacan por su labor de divulgación mediante talleres, boletines y redes sociales. Por ejemplo, los talleres de cocina infantil, confección de utensilios reutilizables y dinámicas lúdicas incentivan hábitos responsables, implicando a alumnos y familias.
Existen proyectos globales, como FUHEM en Madrid, que aplican criterios ecológicos desde 2013: productos locales, reducción de carne, compra a granel y evaluación del impacto ambiental.
En Canarias, el programa EcoComedores conecta productores locales y moviliza productos para 10.000 comensales.
En las aulas, los residuos se utilizan como material para juegos y actividades educativas. Calculadoras de huellas de carbono, talleres de ciencia y mesas de observación de la naturaleza permiten a los alumnos comprender su impacto ambiental de manera práctica.
A nivel institucional, se promueven competencias con programas y colaboraciones de reducción de residuos. Comisiones temáticas mixtas ayudan a evaluar y dar continuidad a las iniciativas.
La implementación de algunas prácticas puede demostrar que la combinación de educación, eficiencia energética y sostenibilidad es posible:
De llevarse a cabo, estas actividades generarían un impacto positivo en el medio ambiente y en la formación de los alumnos.
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