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La eficiencia energética ha dejado de ser un tema muy costoso o exclusivo de grandes reformas y construcciones nuevas. Hoy más que nunca, pequeñas obras bien planeadas pueden transformar una vivienda común en un espacio más sostenible, cómodo y rentable. Mejorar tu casa sin gastar una fortuna es posible.
La conciencia ambiental, la subida en los precios de la energía y las ayudas impulsadas por las administraciones púbicas están motivando a muchas personas a actuar, incluso con presupuestos limitados. Hoy pareciera que las prioridades han cambiado.
En España, los hogares consumen alrededor de una quinta parte de toda la energía nacional, según datos del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE). Esta cifra refleja un gran margen de mejora.
Especialmente en viviendas construidas antes de que existieran regulaciones específicas, como el Código Técnico de la Edificación de 2006. Muchas de dichas viviendas carecen de un aislamiento adecuado y utilizan sistemas poco eficientes para la calefacción o refrigeración.
Por fortuna, no es necesario hace reformas integrales para notar grandes cambios. Existen obras pequeñas y accesibles a cualquier usuario que permiten mejorar significativamente la eficiencia energética.
Una de las formas más eficaces de reducir la pérdida energética en una vivienda es actuar sobre su “envolvente térmica”. Esto significa intervenir en paredes, techos y suelos para evitar la transferencia de calor entre el interior y el exterior.
Aunque se trate de una obra que no siempre es visible, el impacto en el consumo energético es inmediato y considerable. Una vivienda bien aislada requiere menos energía para mantener una temperatura confortable tanto en invierno como en verano.
Entre las soluciones más habituales está la incorporación de materiales como la lana de roca, celulosa o poliestireno expandido. Éstos se pueden instalar por “insuflado”, una técnica que no requiere obras grandes o desalojar la vivienda. También es posible actuar en cubiertas y techos, zonas críticas para pérdidas térmicas.
Otro punto clave son los cerramientos, en especial las ventanas. Se recomienda que las viviendas tengan unas con doble o triple acristalamiento, cámaras de aire y marcos hechos de PVC o aluminio térmico. Así, pueden reducirse las pérdidas de calor y filtraciones de aire.
Además, el color de las fachadas y el tejado también influye en el comportamiento térmico de una vivienda. Tonos claros, como el blanco o el beige, reflejan la radiación solar y ayudan a mantener una temperatura más estable en el interior durante los meses de calor.
En contraste, los colores oscuros tienden a absorben más calor, lo cual puede aumentar la temperatura interior y la necesidad de refrigeración. Esta simple elección estética puede convertirse en una medida efectiva para reducir el consumo energético, especialmente en zonas con climas cálidos.
Más allá de las soluciones constructivas, existen pequeñas decisiones tecnológicas que tienen un impacto real en la eficiencia energética de un hogar.
Una de las más sencillas es la instalación de sistemas de iluminación LED, que consumen hasta un 80% menos que las bombillas tradicionales.
En cuanto a los electrodomésticos, el mercado actual ofrece una gran variedad de productos con clasificación energética alta. Aunque su coste inicial puede ser mayor, a largo plazo representan un ahorro significativo. Por ejemplo, un frigorífico eficiente puede consumir hasta un 40% menos que uno antiguo.
También, conviene considerar la actualización de los sistemas de climatización. Las calderas de condensación, las bombas de calor aire-agua o los sistemas híbridos permiten mantener la temperatura deseada con un consumo mucho más bajo. Complementarlos con termostatos inteligentes es una ayuda para optimizar.
Y… no hay que olvidar la ventilación. Sistemas de ventilación mecánica controlada (VMC) permiten renovar el aire interior sin pérdidas térmicas importantes. Esto no es sólo mejora la eficiencia energética, sino que también la calidad del aire interior, reduciendo la humedad, los malos olores y los contaminantes.
Otra recomendación valiosa es aprovechar al máximo la luz natural. Distribuir adecuadamente los muebles, utilizar cortinas ligeras y colocar espejos o superficies reflejantes puede mejorar la iluminación interior sin necesidad de encender luces artificiales durante el día.
Esta última medida, aunque sencilla, no sólo reduce el consumo eléctrico, sino que también mejora el bienestar de los habitantes, favoreciendo el ritmo circadiano y el estado de ánimo. La eficiencia energética no tiene por qué enfrentarse con el confort ni la estética.
Invertir en eficiencia energética no solo implica beneficios a la factura de la luz o el gas, también puede tener ventajas fiscales importantes. La normativa española actual contempla deducciones en el IRPF da hasta el 60% del importe de las obras si se consigue demostrar una mejora energética significativa.
Además, es obligatorio contar con un certificado energético tanto al vender como al alquilar una vivienda. Éste clasifica el nivel de eficiencia del inmueble de la letra A (más eficiente) a la G (menos eficiente). Realizar pequeñas obras puede mejorar esta calificación, aumentando el valor de la propiedad.
También existen ayudas y subvenciones autonómicas y locales para la mejora de la eficiencia energética, especialmente si las actuaciones incluyen elementos como el aislamiento, la mejora de carpinterías o la instalación de energías renovables.
Estos apoyos pueden cubrir un porcentaje importante del coste total, reduciendo la inversión inicial y acortando el tiempo de retorno.
Las pequeñas obras no sólo contribuyen al ahorro y el confort del hogar, sino que también representan una inversión inteligente. Al combinar eficiencia energética con incentivos fiscales y ayudas públicas, es posible transformar una vivienda sin grandes reformas ni presupuestos elevados.
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