La búsqueda de nuevas fuentes de energía limpia nunca se detiene. La crisis climática que vivimos, el crecimiento poblacional y nuestras necesidades más básicas nos obligan a repensar cómo producimos y usamos la electricidad. En este contexto, la energía osmótica o azul sirve como una opción.
La prometedora alternativa aprovecha un recurso abundante en nuestro entorno: el agua. Además, bien desarrollada, la energía osmótica podría cubrir una parte significativa de la demanda mundial.
La energía osmótica se obtiene al aprovechar la diferencia de salinidad entre el agua dulce de los ríos y el agua salada de los mares. Este fenómeno natural genera un gradiente de presión que puede transformarse en electricidad.
Lo anterior se conoce desde hace décadas. De hecho, ya se han hecho pruebas en desembocaduras de ríos, aunque con limitaciones técnicas. Aún así, hoy se le ve como la siguiente revolución energética.
Su utilidad es clara: producir electricidad renovable y sostenible a partir de un recurso que no se agota. Una planta de tamaño similar a un estadio de fútbol podría suministrar energía a unas 30.000 viviendas. ¡Por ahora!
Todo empezó en 1954 con Frank Morton Pattle, quien imaginó aprovechar la ósmosis como fuente de energía. Décadas después, Sidney Loeb desarrolló el método de flujo o por ósmosis por presión retardada.
En 2014, la empresa Statkraft puso en marcha en Noruega el primer prototipo de planta osmótica del mundo. Desde entonces, universidades y centros de investigación de distintos países han perfeccionado la tecnología.
Uno de los avances más notables vino del EPFL en Suiza, que diseñó membranas ultradelgadas de disulfuro de molibdeno. Éstas permitieron mejorar la eficiencia de los procesos de generación.
La base es el fenómeno natural de la ósmosis: el agua fluye de una solución con menor concentración hacia otra con mayor a través de una membrana semipermeable. Para aprovecharlo, existen varios métodos, entre ellos:
Cada uno tiene sus ventajas y retos, como pueden ser la acumulación de bacterias en las membranas o la baja producción energética en algunos sistemas.
Un equipo de la Universidad Estatal de Pensilvania ha desarrollado una técnica híbrida: una versión alterna de la electrodiálisis inversa combinada con una mezcla capacitiva.
El sistema alterna flujos de agua con distinta salinidad sobre electrodos especiales, logrando una generación más abundante y sin perder eficiencia. Este avance ha hecho que la energía azul sea vista de nuevo como una posibilidad real.
Si logra escalarse, podría cubrir hasta el 40% de la demanda energética mundial. ¡Este dato ilustra su enorme potencial!
Las ventajas son claras. La energía osmótica es renovable y sostenible, pues no contamina ni se agota. También, es abundante, por hallarse en cualquier lugar donde se encuentren ríos y mares con potencial de generación.
Igualmente, esta energía es predecible y versátil. Por un lado, a diferencia del sol y el viento, la disponibilidad del agua es estable. Por otro, ésta puede adaptarse a proyectos pequeños o grandes.
Sin embargo, la energía osmótica también presenta retos. Entre ellos está la eficiencia limitada –aunque mejora, todavía no es competitiva frente a otras renovables—y los costes de instalación que implica. Las membranas y sistemas actuales siguen siendo caros.
Por último, cabe mencionar que esta tecnología tiene un importante impacto ambiental. Si no se diseñan bien, las plantas pueden afectar severamente a los sistemas marinos.
Los deltas de los ríos cercanos a zonas urbanas e industriales pueden ser lugares ideales para instalar plantas osmóticas bajo tierra. Así, se evitarían emisiones tanto a la atmósfera como al agua.
El alcance es extraordinario: una planta del tamaño de un estadio puede abastecer a decenas de miles de personas. Imagina lo que significaría multiplicar esta tecnología en distintas regiones costeras del mundo.
Además, al no depender de factores externos como el viento o la radiación solar, la energía osmótica puede funcionar como complemento para estabilizar la red eléctrica junto a otras renovables.
Hoy, este tipo de energía está en etapa piloto, con pruebas en varios países. Los avances científicos y tecnológicos abren la puerta a que, en pocos años, se convierta en parte esencial de la transición energética.
Lo que falta es comprobar cómo se comporta la tecnología en entornos reales. Factores como la presencia de compuestos químicos o la interacción con la vida marina serán clave para determinar su viabilidad a gran escala.
Aún así, el panorama es esperanzador. La posibilidad de generar electricidad limpia a partir del simple encuentro entre agua dulce y salada resuelta tan fascinante como prometedora.
La energía osmótica o energía azul es una de las alternativas más innovadoras en el camino hacia un futuro sostenible. Su abundancia, predictibilidad y carácter renovable la convierten en una opción estratégica para diversificar la matriz energética global.
Aunque hay obstáculos técnicos y económicos por superar, la investigación avanza rápido y las primeras plantas piloto ya marcan el rumbo.
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