Cuando el termómetro baja y las paredes de las viviendas antiguas parecen congelarse, se siente algo más que frío. Se siente el peso de los muros, las ventanas que fueron diseñadas para otra época, y el reto de mantener el calor sin disparar la factura.
En una vivienda con décadas a sus espaldas, conservar el calor no solo se basa en subir la calefacción. Tienes que conseguir reinventar cómo se comporta la casa, cómo respira y cómo se defiende del invierno.
Las casas construidas hace muchos años suelen tener una arquitectura distinta a las de hoy en día. Cuentan con muros más gruesos, ventanas simples, juntas desgastadas y aislamientos mínimos o directamente ausentes. Cuando el exterior empuja el frío, el interior “tiembla”.

¿El culpable? Las barreras térmicas débiles. Ventanas que dejan pasar corrientes, techos que filtran frío, suelos que absorben la helada de la madrugada. En definitiva: estructuras que trabajan en contra del calor.
Entender este escenario es clave para actuar con acierto. No se trata solo de “más calefacción”, sino de “mejor calor”.
Hoy te contamos cómo lograrlo con ideas prácticas, sencillas y orientadas a viviendas antiguas, para que el confort vuelva sin que el consumo asuste.
Ventila, pero con cabeza
Sí, ventilar sigue siendo básico, incluso en invierno. Pero aquí el truco es hacerlo rápido, cuando el sol incide, y luego cerrar bien. Una casa antigua no puede permitirse abrir ventanas durante largos periodos.

Abre durante 5-10 minutos al día, idealmente al mediodía. Ciérrala después, deja que los muros absorban el poco calor y evita que el frío vuelva a entrar. Este gesto puede parecer mínimo, pero en estas viviendas hace mucho.
Comprar ventanas nuevas con doble acristalamiento sería ideal, pero puede no estar en el presupuesto. Mientras tanto, puedes instalar burletes en marcos, colocar láminas térmicas en los cristales, bajar persianas al atardecer o poner cortinas gruesas que actúen como barrera extra.
El suelo frío de una casa antigua también roba sensación de confort, pero las alfombras de pelo o lana ayudan a retener calor y minimizan la sensación frigorífica. Es decir “vestir” la casa para el invierno también forma parte del plan.
En las viviendas antiguas, subir mucho la calefacción no siempre es la solución eficiente. Lo inteligente es mantener una temperatura estable entre 19-21 °C mientras estás, y bajarla un poco cuando no estás o duermes.

Además, asegúrate de que radiadores y fuentes de calor no están tapados. En las paredes exteriores o detrás de muebles pierden eficacia. Es como tener un coche potente en un garaje sin ventilación, el motor está, pero no funciona bien.
Aprovechar lo que ya se genera es una estrategia subestimada. El calor que desprenden electrodomésticos, el sol que entra por el ventanal, o incluso cocinar o ducharse caliente pueden dar ese impulso extra que tu casa vieja necesita.
Purgar radiadores, limpiar filtros, revisar la caldera… son tareas pequeñas que muchos pasan por alto, pero que marcan la diferencia cuando llega el frío. Al empezar la temporada, estos mantenimientos sencillos pueden mejorar el rendimiento, ahorrar energía y evitar sorpresas desagradables.
Para una vivienda antigua, la elección del sistema de calefacción también merece reflexión. No es lo mismo cambiar una caldera antigua que optimizar lo que ya tienes.
Los expertos resaltan que, en viviendas con poco aislamiento, sistemas que dependen de gran potencia o de ciclos de encendido/apagado frecuentes son menos eficientes. Lo mejor es apostar por sistemas que mantengan temperatura estable, uso moderado y buen reparto del calor.
Si estás por reformar, considera opciones como bomba de calor o suelo radiante como inversión a largo plazo. Pero si no puedes, optimiza tu sistema actual combinando buena programación, termostatos inteligentes y buen mantenimiento.
Cuando empiezas a aplicar estos trucos, el cambio se siente casi de inmediato. Ya no hay corrientes al cruzar el vestíbulo, las mantas se quedan en el sofá y no se utilizan de bata porque el ambiente invita a quedarse, y esa sensación de “calor constante” aparece sin necesidad de subir el termostato.

Las facturas dejan de subir como si tuvieran vida propia, y el confort se vuelve algo estable, cotidiano. Incluso los muros, que antes parecían superficies frías e indiferentes, empiezan a retener el calor, como si también ellos se adaptaran al nuevo ritmo del hogar.
Lo mejor de todo es que el invierno deja de ser una lucha contra el frío y se convierte en una estación que puedes disfrutar, con un consumo más razonable y una calidez que se nota en cada rincón.
Las viviendas antiguas tienen carácter y tal vez mucha historia… pero también desafíos térmicos. Pero eso no significa condenarlas al frío invernal o al gasto excesivo.
Con los trucos adecuados, tu vivienda puede transformarse sin necesidad de obras ni reformas radicales. Poco a poco, el espacio cobra vida nueva, más cálido, más eficiente, más tuyo.
En Yoigo LUZ y GAS, sabemos que el confort y la eficiencia energética no son opuestos, sino aliados. Porque una casa que conserva el calor y cuida la energía, cuida de ti. Si quieres saber más sobre cómo adaptar tu vivienda al invierno y hacerlo sin gastar de más, visita nuestra web o llámanos al 900 622 700.